viernes, noviembre 10, 2006

LA MANO QUE MATA.

España se quema año tras año, a trocitos, y lo peor es que la mayoría de los incendios son provocados. Hay un rincón en este país que sufrió un incendio el verano pasado. Un lugar que tengo la fortuna de conocer muy bien y está en la comarca de los Ibores,el pueblo se llama Navalvillar de Ibor. Aquella fatídica noche llegó un mensaje a mi móvil en el que textualmente ponía "el pueblo se está quemando" , y no era para menos , porque fue completamente desalojado y se salvó gracias al tesón de los habitantes de este lugar que plantaron cara a las llamas que lo rodeaban. Fue una noche larga y dura para todos. Me encontraba lejos en distancia de allí pero sin embargo me parecía estar viendo como se quemaba cada árbol y como corrían los animales buscando algún refugio donde salvar sus vidas. La sensación resultaba desesperante, era la impotencia que llamaba a mi puerta. Un mes después fui allí y creia estar preparada para lo que iba a ver, pero no fue así. Llovía. De repente el paisaje de encinas, olivos y robles se transformó en un desierto de tierra negra, árboles negros con aspecto fantasmal, silencio, muerte. No pude reprimir las lágrimas al ver como había quedado todo reducido a ceniza. Odié sin querer odiar a la mano que sembró la muerte en aquel lugar, pensé en cada animal que huyó, en los que no pudieron escapar...y lo que el fuego deja cuando se apaga, historias que siguen ardiendo pese a que ya no quedan llamas. Un ejemplo es el de mi vecino que perdió todas sus tierras en las que llevaba trabajando toda la vida. Lloraba cada día y tres semanas después murió. Se llamaba Alejandro y digo su nombre porque no me gusta que estas muertes "consecuencia de" queden en el anonimato. Pude ver animales completamente desorientados correr sin rumbo fijo buscando un alimento que ya no existía. Recuerdo un momento concreto en el que fui al Cercao, la finca preferida de mi abuela, un lugar muy especial para mí y que se salvó del fuego. Tuve la sensación de ser un punto dentro de un pozo negro con suelo verde. Me alegré de que mis abuelos no vivieran y se hubieran ahorrado ver semejante espectáculo ya que algunas de sus fincas también fueron consumidas por las llamas.También recuerdo la yegua de mi amigo Perico, casi herida de muerte, quemada, con mucho esfuerzo la estaban intentando sacar adelante. Rebaños enteros de cabras y ovejas abrasados, caballos, cerdos, conejos...y el resto de animales que habitan en los bosques extremeños y que se vieron acorralados sin salida. Y a mí que me digan que la cárcel es un buen castigo para estos asesinos, me parece realmente poco acomodarlos en una celda porque el daño que causan no tiene más precio que pagar con la misma moneda para ser justo. Un mes después en este pequeño pueblo la gente seguía llorando sus perdidas, sus huertos, sus animales, sus tierras, sus bosques, su aliento, su alimento, sus vidas...y hablo de este lugar porque me toca de cerca, porque es lo que yo he vivido pero lo mismo digo de Guadalajara, Granada, Galicia, Valencia, etc...y eso sin salir de España...y cuando llega el verano un año más, un año más tiemblo al pensar que volverá a pasar, y sigo pensando que si no se toman medidas drásticas contra estos asesinos de animales, bosques y personas nada cambiará...La foto está hecha camino de El Molino. El Molino está junto al río Ibor y antes era un lugar donde los árboles daban sombra al sendero, los colores de la naturaleza dejaban a uno con la boca abierta, el cantar de los pájaros, el rio corriendo libre por su cauce...ahora sólo queda destrucción. Ojalá nadie tenga que volver a hablar de incendios provocados nunca más, aunque no sé porqué esto es una utopía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, que lástima
Supongo que ya sabrás que se están haciendo cosillas para que esta gentuza que quema lo que no es suyo, sean considerados "terroristas medioambientales" y de esta manera aplicarles sanciones/penas más serveras.

Deberían resarcir daños y perjuicios y en cambio los llevan al hotel de lujo, porque para muchos, eso es lo que es la cárcel: tienen de todo, comida, cobijo, televisión, estudios con profesorado titulado prensa, gimnasio...

Un saludo

Carlos dijo...

Buen artículo sobre la realidad anónima de los que realmente sufren el fuego.
Tal vez la sociedad debería de cuestionarse la necesidad de un perden un poco de intimidad para ganar seguridad, en referencia a mayor cantidad y calidad de controles por parte de guardas forestales y agentes de la autoridad, en la situación actual son pocos los que ganan y muchísimos los que pierden.